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Existen muchos niños, niñas, jóvenes y adultos que viven en un subdesarrollo inmenso: han desarrollado a un nivel casi nulo sus capacidades humanas: intelectuales, físicas y emocionales básicamente, por lo que viven en la miseria más grande.
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La realidad en que viven las personas que atendemos, trae como consecuencia una casi nula autoestima, traumas emocionales y mentales de toda índole, tendencias congénitas o adquiridas que pueden derivar en diversos vicios; bajo nivel escolar y deserción; escasa proclividad a la disciplina en cualquier campo; poca motivación por el mundo que los rodea; alto grado de inseguridad y desconfianza; mucha violencia contenida que estalla a cada momento; falta de sueños e ideales y esto sólo por mencionar algunas de sus heridas.
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Nos
hemos dado cuenta de qué poco sirve brindar apoyo a estos niños y adolescentes,
si no se extiende el apoyo mismo a todo el conjunto familiar, de tal forma que
las personas que están encargadas de los menores, mamás, abuelas, tías, puedan
gozar de un mínimo de bienestar físico y emocional, para ser mejores
guías y ejemplos de los menores.
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